jueves, 13 de enero de 2011
EL ORIGEN DE LAS RAZAS HUMANAS - 3
¿POR QUÉ SON TRES LAS GRANDES RAZAS HUMANAS?
Dualidad; imagen de: www.vivirconfundamento.com
La dualidad puede significarse de dos modos, el primero es el de los opuestos, como la luz y las tinieblas, el frio y el calor, el blanco y el negro, la alegría y la tristeza etc. En todos estos casos, uno de los dos opuestos no tiene existencia real, es simplemente la ausencia del otro lo que llamamos con ese nombre. El segundo modo es el de dos “iguales”, inevitablemente antes o después, esta dualidad desemboca en enfrentamiento, en oposición, en competitividad. La subjetividad hace del otro algo distinto a uno mismo, hace de él el enemigo, aún sin serlo.
¿Por qué es adecuado y conveniente que existiesen tres razas humanas?.
El número tres es la letra omega, la última, colocada verticalmente. Por mucho que se multiplique, todos los números engendrados por él, guardan en la suma de sus cifras el número tres. El exponente tres, el “cubo” se refiere a cuerpos con volumen, con existencia y dimensiones según las tres coordenadas del espacio.
El tres, es el número que es capaz de encerrar la figura más armónica (después del círculo reservado a los cuerpos celestes), el triángulo equilátero, el triángulo más perfecto, que además es generado por la unión de dos triángulos rectángulos unidos por su cateto mayor, dos triángulos rectángulos perfectos, con sus ángulos de 30, 60 y 90 grados. El triángulo equilátero es el símbolo de la armonía, del equilibrio entre los dos platillos de la balanza. En astrología, los planetas que se colocan en el cielo formando un trígono, se armonizan y potencian respectivamente. En un encuentro deportivo, la competitividad entre los dos rivales, se armoniza por la figura del árbitro. En un juicio acusador y acusado encuentran la solución por la figura del juez. En un matrimonio, las tensiones y enfrentamientos se armonizan por la presencia del Espíritu Santo.
Al ser el hombre la única criatura creada a imagen y semejanza de Dios, de Dios Trinitario, Dios dispuso que hubiesen tres grandes razas humanas a modo de las tres personas divinas: “Defender que el hombre ha sido hecho sólo a imagen del Hijo es erróneo, primero porque dado que el Hijo es semejante al Padre en igualdad de esencia, de haber sido hecho el hombre a imagen del Hijo, lo habría sido a imagen del Padre. Y segundo porque si el hombre hubiera sido hecho solamente a imagen del Hijo, no hubiera dicho el Padre “hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”, sino a imagen y semejanza tuya.[2]
Independientemente de que podamos más adelante analizar cómo se originaron las tres grandes razas humanas, los “cómo”, nunca son la cusa, pues: “La diversificación y la multitud de las cosas proviene de la intención del primer agente, que es Dios. Pues produjo las cosas en su ser, por su bondad, que comunicó a las criaturas y para representarla en ellas. Y como quiera que esa bondad no podía ser representada correctamente por una sola criatura, produjo muchas y diversas a fin de que lo que faltaba a cada una para representar la bondad divina, fuera suplido por las otras.[3]
Existen pues tres razas humanas por voluntad divina, como un sello de la semejanza del hombre con la Santísima Trinidad y para bien, riqueza y armonía de la especie humana.
El número cuatro es un juego del dos, está más bien relacionado con la medida del tiempo, con las estaciones, las fases de la luna, la solidez del cuadrado.
El número cinco es para la belleza de las flores y para los equinodermos.
El número seis es un juego del tres, el hexágono se genera por dos triángulos equiláteros.
El siete está reservado para las armonías de los sentidos, los colores del espectro luminoso, las notas musicales etc.
El ocho es el infinito vertical, es para los que entraron en el arca, es el día de la Resurrección, el paso intermedio entre el cuadrado y el círculo, entre la tierra y el cielo.
El número nueve es un juego doble del tres.
[1] Santo Tomás: Suma Teológica I c47 a2 sol.
[2] Santo Tomás: Suma Teológica I c93 a5 rob4.
[3] Santo Tomás: Suma Teológica I c47 a1 sol.
Para
poder encontrar una respuesta con sentido a esa pregunta, que trata de
números, sólo podemos recurrir a las matemáticas que los conoce, los
comprende y los usa; y a la simbología, ésta última no se estudia como
tal en ninguna universidad, y aunque a algunos les pueda parecer un tipo
de conocimiento subjetivo y sin fundamento real, vamos a poder apreciar
cómo si no se fantasea, es algo muy real y cercano.
En primer lugar, ¿por qué no es adecuado que existiese solamente una raza dentro de la especie humana?. Al ser el hombre un espíritu encarnado, con un cuerpo sometido a la corrupción, era necesaria la multiplicidad de individuos: “En los seres incorruptibles (ángeles, arcángeles etc.), no hay más que un individuo de una especie, porque la especie se conserva de modo suficiente en uno sólo. No obstante en los seres sometidos a la generación y corrupción, hay muchos individuos de una especie para conservar la especie.”[1]
El número uno, es el primero y el que genera todos los demás por adicción, su carácter único hace que vuelva sobre él mismo, su raíz, sus potencias. No afecta a otros números si se multiplican o se dividen por él… Parece más apropiado al Creador, al origen, que a las criaturas.
Era muy conveniente la existencia de más de una raza, para impulsar la atención del hombre hacia su propio interior y hacia el interior del otro, si morfológicamente somos tan distintos, lo que nos hace realmente humanos, lo que importa, lo que tenemos en común, está dentro, está oculto.
¿Por qué no es apropiado que existiesen dos razas humanas?
El número dos es el par, es el generador de la multiplicación, está estrechamente relacionado con las superficies, pero no es capaz de encerrar ninguna, es como una puerta, un paso hacia otra cosa, hacia otro sitio.
En primer lugar, ¿por qué no es adecuado que existiese solamente una raza dentro de la especie humana?. Al ser el hombre un espíritu encarnado, con un cuerpo sometido a la corrupción, era necesaria la multiplicidad de individuos: “En los seres incorruptibles (ángeles, arcángeles etc.), no hay más que un individuo de una especie, porque la especie se conserva de modo suficiente en uno sólo. No obstante en los seres sometidos a la generación y corrupción, hay muchos individuos de una especie para conservar la especie.”[1]
El número uno, es el primero y el que genera todos los demás por adicción, su carácter único hace que vuelva sobre él mismo, su raíz, sus potencias. No afecta a otros números si se multiplican o se dividen por él… Parece más apropiado al Creador, al origen, que a las criaturas.
Era muy conveniente la existencia de más de una raza, para impulsar la atención del hombre hacia su propio interior y hacia el interior del otro, si morfológicamente somos tan distintos, lo que nos hace realmente humanos, lo que importa, lo que tenemos en común, está dentro, está oculto.
¿Por qué no es apropiado que existiesen dos razas humanas?
El número dos es el par, es el generador de la multiplicación, está estrechamente relacionado con las superficies, pero no es capaz de encerrar ninguna, es como una puerta, un paso hacia otra cosa, hacia otro sitio.
Dualidad; imagen de: www.vivirconfundamento.com
La dualidad puede significarse de dos modos, el primero es el de los opuestos, como la luz y las tinieblas, el frio y el calor, el blanco y el negro, la alegría y la tristeza etc. En todos estos casos, uno de los dos opuestos no tiene existencia real, es simplemente la ausencia del otro lo que llamamos con ese nombre. El segundo modo es el de dos “iguales”, inevitablemente antes o después, esta dualidad desemboca en enfrentamiento, en oposición, en competitividad. La subjetividad hace del otro algo distinto a uno mismo, hace de él el enemigo, aún sin serlo.
¿Por qué es adecuado y conveniente que existiesen tres razas humanas?.
El número tres es la letra omega, la última, colocada verticalmente. Por mucho que se multiplique, todos los números engendrados por él, guardan en la suma de sus cifras el número tres. El exponente tres, el “cubo” se refiere a cuerpos con volumen, con existencia y dimensiones según las tres coordenadas del espacio.
El tres, es el número que es capaz de encerrar la figura más armónica (después del círculo reservado a los cuerpos celestes), el triángulo equilátero, el triángulo más perfecto, que además es generado por la unión de dos triángulos rectángulos unidos por su cateto mayor, dos triángulos rectángulos perfectos, con sus ángulos de 30, 60 y 90 grados. El triángulo equilátero es el símbolo de la armonía, del equilibrio entre los dos platillos de la balanza. En astrología, los planetas que se colocan en el cielo formando un trígono, se armonizan y potencian respectivamente. En un encuentro deportivo, la competitividad entre los dos rivales, se armoniza por la figura del árbitro. En un juicio acusador y acusado encuentran la solución por la figura del juez. En un matrimonio, las tensiones y enfrentamientos se armonizan por la presencia del Espíritu Santo.
Al ser el hombre la única criatura creada a imagen y semejanza de Dios, de Dios Trinitario, Dios dispuso que hubiesen tres grandes razas humanas a modo de las tres personas divinas: “Defender que el hombre ha sido hecho sólo a imagen del Hijo es erróneo, primero porque dado que el Hijo es semejante al Padre en igualdad de esencia, de haber sido hecho el hombre a imagen del Hijo, lo habría sido a imagen del Padre. Y segundo porque si el hombre hubiera sido hecho solamente a imagen del Hijo, no hubiera dicho el Padre “hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”, sino a imagen y semejanza tuya.[2]
Independientemente de que podamos más adelante analizar cómo se originaron las tres grandes razas humanas, los “cómo”, nunca son la cusa, pues: “La diversificación y la multitud de las cosas proviene de la intención del primer agente, que es Dios. Pues produjo las cosas en su ser, por su bondad, que comunicó a las criaturas y para representarla en ellas. Y como quiera que esa bondad no podía ser representada correctamente por una sola criatura, produjo muchas y diversas a fin de que lo que faltaba a cada una para representar la bondad divina, fuera suplido por las otras.[3]
Existen pues tres razas humanas por voluntad divina, como un sello de la semejanza del hombre con la Santísima Trinidad y para bien, riqueza y armonía de la especie humana.
El número cuatro es un juego del dos, está más bien relacionado con la medida del tiempo, con las estaciones, las fases de la luna, la solidez del cuadrado.
El número cinco es para la belleza de las flores y para los equinodermos.
El número seis es un juego del tres, el hexágono se genera por dos triángulos equiláteros.
El siete está reservado para las armonías de los sentidos, los colores del espectro luminoso, las notas musicales etc.
El ocho es el infinito vertical, es para los que entraron en el arca, es el día de la Resurrección, el paso intermedio entre el cuadrado y el círculo, entre la tierra y el cielo.
El número nueve es un juego doble del tres.
[1] Santo Tomás: Suma Teológica I c47 a2 sol.
[2] Santo Tomás: Suma Teológica I c93 a5 rob4.
[3] Santo Tomás: Suma Teológica I c47 a1 sol.
Semogil 14 de Enero del 2.011.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario