ENCUENTRO TARDÍO
No sabía que aquella puerta me ocultaba una sorpresa. Desde que perdí la vista todo era un amasijo de ruidos y olores, aspirando aprendí a clasificarlos.
Con los ruidos fue muy distinto. El hierro, la loza, la madera incluso las pisadas de jóvenes y viejos poseían un ritmo, que no tenía el aletear de mi loro, aquel que tiempos atrás, me molestaba pero hoy era mi verdadero amigo, sin cansarse de mis lamentos acostumbrado a la monotonía de las horas.
Casi prescindía de la gente...sentí una vez una mirada compasiva y mandé a la mierda a el alma piadosa. Nunca he creído en la lástima, lleva intrínseca la culpabilidad.
Aprendí mi choza, los caminos, sobretodo la cercanía del mar su olor a libertad mezclada con salitre. Digitalmente, supe contar las monedas e incluso aquellos billetes, que ocultaba muy bien desde que vi morir a mi Primo. Luego me atacaron a golpes, dejándome ciego.....mis retinas se habían desprendido en mi cara ensangrentada. A duras penas logré arrastrarme a una vieja fuente en medio de la calle adoquinada. Quise que el agua fresca devolviera mi vista pero fue en vano. No puedo trabajar. Ando escondido y ciego desde hace diez años. Alguien me encontrará, o sencillamente mi cuerpo se interpondrá en el camino de alguien.
Mi escopeta engrasada, mi guardiana siempre lista.
Abro la puerta, nadie responde. Sin tener un minuto de paz, descargó la escopeta.
Escucho gemidos. Pronuncia mi nombre y siento que cae como un saco de piedras. Vienen las personas curiosas al oír tremendo estruendo. Solo me dicen, casi a gritos:
- Dios....Era su novia Julia, que finalmente halló tu rastro.
Se congeló toda mi hombría, se escapó mi lucidez, me volví loco
Maté al loro por no avisarme. Herí a cualquiera pues no veía, finalmente apunté a mi boca.
Me sentí flotar en el viento al tiempo que todo un mundo tan fugaz como un soplo se esfumó. Todo menos la aroma del mar.
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