jueves, 12 de diciembre de 2013


Por Jenny dela Fuente
Esta sensación que te impregna cuando cambias de casa, es algo raro… como un poco fúnebre. Miré a mi alrededor, despacio, recorriendo cada rincón, cada estancia. También mi terraza, donde contemplaba el mundo diario, aquella pequeña cocina donde mi madre hacía café amaneciendo, y por un momento parecía que flotaba en el espacio con su sonrisa halagadora, llena de esperanzas. La pequeña saleta que adorné de mil formas, quizás queriendo en  cada vez, cambiar algo en mi vida.
Saltan en mi ente las ventanas de celosía, como pestañas de curiosos duendes al tanto de cada movimiento. Así, silenciosamente, sin empacar nada mas,  acomodé mis huesos dentro de mi butacón, donde solía leer, fumarme un cigarro, pensar, divagando mis ideas que volaban en un mismo circulo como palomas mensajeras de la nada.
 ¡Qué fácil es vivir sin rumbo¡. Trazamos un mapa de ilusiones y dejamos que se realicen nuestros sueños...todo está bajo control.
  Cuando el tiempo sucede, nos damos cuenta del engaño,… mierda!!  Las ilusiones hay que fraguarlas con fuego, quemándonos el alma en el intento....que nada está bajo control, que todo es un cuento de hadas, de los que sobreviven de la especulación:   que esto, que lo otro...que tu fe, que eres tú mismo y   que finalmente nos llenamos de símbolos, imágenes y fantasmas para aumentar nuestro ánimo pues la realidad nos habla cosas muy diferentes, duras.
De todas formas había decidido cambiar de casa, sin darme cuenta que llevaba cada rincón metido en los recuerdos.
   Fue entonces cuando tomé una copita bien pequeña y sorbí un poquitín de licor. Desde que aprendí como hacer sake, nunca me faltaba. Era sencillo: arroz, agua destilada, azúcar y levadura. El secreto estaba en las proporciones. Encendí un cigarro contemplando el pasillo, el bello espejo ovalado que era como una gran boca que decía todos los secretos. Tenía ese encanto de las cosas antiguas que nos hacen pensar en todos los dueños anteriores. Mil emociones me envolvieron en un segundo, cuántas pasiones, cuantos reflejos de cortos encuentros. Muchas figuras que se entremezclaban como las acuarelas, formando una sincronización casi morbosa. Cada figura era distinta, torneadas, definidas pero al final eran una sola....llené nuevamente mi copita de sake hasta verte frente al espejo, como una estatua de carne nueva,  me pareció que era mucho aquel regalo que se hizo tangible mucho tiempo.
  De acordarme, me recorrió un breve temor desde mis adentros, el único testigo era aquel gran espejo, el vio cuando  mentías y no quería saberlo, de cuando no venías fingiendo no entenderlo.
  Pasaron muchas horas quizás un largo tiempo. La pasión es un sentimiento alocado  que no admite medidas. Después de tanta entrega,  la tuya con la mía, éramos como dueños de una gran poesía.....
 Recordando tanto, comenzó a llover fuerte. Entró un viento muy extraño por todo aquel pasillo, el espejo cayó haciéndose pedazos. Parecía una imagen abstracta, viviente, de pequeños fragmentos de los que huían muchos cuerpos .
Rellené  mi copa y observé fijamente cuando tu cuerpo inerte también salió de aquello....sangraba, me llamaba como en aquellos momentos, pero perdí la calma  recordando de lleno que te maté con furia de hembra herida, y no miento.
  Allí estabas bien muerto, salido de los vidrios del espejo, ó  el viento, aquel fue testigo sordo de mi verdad a pleno día. Fuiste tanto y tan mío que únicamente así, te convertí en mi sueño del que  ya no pudiste huir. Yo visto de negro y volví a sonreír.

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