jueves, 12 de diciembre de 2013


  Por Jenny de la Fuente
Los  garrafones de piel se reventaban de vino, mientras anochecía y la luna, un poco penosa, asomaba su cara resplandeciente, bien redonda como las carretas de los gitanos. Sus cantares por Alegrías se confundían con la Rumba Flamenca con expertos cambios de ritmo.
 Qué nos importaba la gente, si solamente vivíamos para el cante y por demás lo que "caía" del cielo, o del descuido de algún tendero, a veces entretenido, las otras descansando de no hacer se iban en sueños y precisamente allí estaba uno de nosotros que se escabullía como una serpiente de río llevándonos lo que se pudiera, sin ruido por supuesto y también con la bendición de Dios, el de las providencias robadas, aquel que nos guiaba para hacer el cada día.
  Éramos gitanos  a mucha honra. No necesitábamos ningún cacho de bandera para decir que éramos de aquí  ó  de allá. Teníamos nuestro valor, nuestro manera de cantar y unas mujeres que eran un dulce beso del mismo Dios, con los cuerpos más torneados que los muebles de nuestros tatarabuelos. Aquello, todo, se perdió con la bruma, con el juego o con alguna mierda que habrán hecho esos viejos zorros, que entre nos, eran tan tramposos como los mismos ricos de la comarca donde acampábamos por aquel tiempo.
   Da un aire de libertad pertenecer al mundo y a ningún país...te crees rico, respiras profundo...hasta  que el estómago empieza a castigarte. Entonces tienes que usar tu libertad, para que otros te paguen por tu valor...y zas....de entrada siempre cae una cartera perezosa de algún bolsillo. Esta vez la hice en grande, toda la tribu podrá comer en abundancia y beber de plácemes, de eso se trata ahora estábamos celebrando, a la luz de la luna.
  Pastora tiene un vestido entallao...color verde esmeralda. Esta vez baila descalza al ritmo de tres guitarras y las palmadas de mis primos, que con la tantas del calor solo les quedan sus botas, sus pantalones apretaos  y una pañoleta amarrada al cuello. Lo demás lo ponía el vino y algunas bandejas de empanadas hechas por mi maé  y las abuelas...que te chupabas los dedos hasta los mismos huesos. Jairo mi hermano se apareció con unas longanizas tan grandes como las esperanzas de un burro. Alcanzarían para una semana, pero ahora también le daríamos un buen susto al estómago.
  Era la vida misma ver la luna, acariciarnos con la brisa del otoño, y con el contraste del resplandor contemplar las siluetas sudorosas  de ésta turba de gitanos bendecidos por la providencia.
  Al mirar en derredor vi nuestras dos carretas de viaje, los caballos descansando y detrás,  la choza vieja pero fuerte  del Tío Pepe, al que su fama de mujeriego ,corajudo y fresco lo habían llevado a una cojera permanente, no por ninguna pelea, sino por una comelata de pata y panza a la gallega combinada con una bestial borrachera. Al día siguiente le había atacado...una embolia, o algo de esas cosas que pasan a los pobres, quedando cojo..Pero todavía había Tío Pepe y era lo principal. La chocita siempre estaba puertas abiertas para la familia. El salía poco y hasta había hecho una estancia para guardar granero, algunas cosas comestibles, guardaba también sus dos chivas  y era el hombre más feliz del universo.
   Fuimos a comprar aguardiente y manzanilla a casa de unos pericos que también metían la mano, pero daban buenos precios. Regresamos con seis botellas, éramos diez hombres y cinco mujeres. Niños durmiendo y madre, abuelas y viejos descansando en butacones grandes al aire fresco.
   Hasta que pasó que la luna, y los cantares volvieron  a traicionarme. Mientras entonaba algo, con palmadas y guitarras percibí una forma de mujer, acercarse lenta y segura. Pasó su mano envuelta en pañuelo de hilo sobre espalda desnuda traspasando mis sentires...
- Manolín  después de la tonada estoy aquí- me dice.
La miré bien fijo mientras cantaba asintiendo con un ademán.
    Nunca he negado, que soy como todos, quizás más selectivo, pero siempre hay alguna que marca la diferencia. Hay gentes que marcan la tragedia en la vida de cualquiera. Eso se huele....a veces logramos zafarle a tiempo, pero otras nos enredamos con un pedazo de cosa, mitad carne ,fragancia y esperanzas que es mucho para retener. Esa gente viene envuelta en la tragedia, la tienen en su piel , y hay que escaparle.
   Al fin, acaba la copla interminable, que todos improvisamos, con la garganta seca, sin pensarlo tomé unas tres veces de mi jarra de vino y me tire a descansar. Decidí tomarme dos aguardientes, no tenía hambre y mi pelo largo jugaba con la ventolera. De nuevo, se acerca la chavala. Su piel morena brillosa, su pelo negrísimo como la mala suerte, su mirada canela fina, me envuelven y la miro profundo, como siempre, queriendo abrirle el pecho hasta las entrañas. Ella sonríe,  recorriéndome cada pulgada de mi hombría y  es cuando me doy cuenta de su vestido blanco, bien ajustaó,  con su mantón que cubre unos brazos bien formados.
  -  ¿Qué te traes? - pude decirle-
Ella me miró, más bien me observó y me responde - Me trae lo mismo que me a alejao. Tu extraña forma de ser, te me abres y después te cierras como un caracol...te pierdes  por días, mientras me pregunto, que ha pasao con Manolín?.
-    Bien mujé pero  ¿qué te traes?- vuelvo a decirle.
Se echa dos copas de aguardiente, su sonrisa blanca muestra su boca entreabierta dispuesta al beso. Me da tiempo a cogerla de la mano, caminar bordeando la choza cerca del manantial. No me gusta el teatro si no voy al cante o a bailá como gitano.
-¿Recuerdas tu último intento......cuando dijiste que lo nuestro era muy distinto, pero que a la vez lo de aquel era diferente.....que cóño te pasa..o por Peteneras o por Soleares?
No hay de otra. ...era una descarada deliciosa....no puedo negarlo, no sé de qué hierba había nacido ésta mujer que envenenaba mis sentidos. La besé como un loco, más bien un trastornado, no sé cuantas cosas dije, hasta quedarnos desnudos solo con la luna, apretándonos el alma, nadando en nuestros sudores, exterminándonos en un último suspiro, como si arrancando un pedazo de nuestra pasión que yo me llevase la suya y ella se llevase todo lo mío.
    Después vino lo de siempre, que tengo mujer, un chaval y que ella tiene un marido.
-   No me sirves de mujer, ni yo a ti como marido, esto no tiene final no sé cómo me he atrevío .
Así mismo se lo dije, porque siempre lo he sentío.   Ella  espero un tiempo corto, beso mi pecho y me dijo:
    - Manolín, óyeme claro. Si la verdad fuera justa nunca te hubiera buscado, tu mujer es como un cuadro y te gusta su figura, tu chaval es otro ajuste que te ha dado la natura, un hijo no es la pasión y un cuadro no te estremece, pero cuando nos encontramos, vale la pena, lo merece. Por un minuto la vida, por lo demás es el cielo....ahora dime que tú piensas, ya te he hablado  como siento.
     No me asusta lo violento, pero pienso en mi chaval, en su cara de inocencia, en sus ganas de jugar, cuando mañana ó en un rato, cuando lo abrace otra vez voy a sentir que le debo, el tiempo que me tardado, oyendo el mismo bolero...que otras veces me has cantado. Mi mujer siente por mí, es mía sin yo tocarla,  es tan mía, tan de siempre, como mi misma guitarra.
    Al fin pasó un buen rato y  volví  a cantar mil canciones. Mi primo menor me dijo que hay  hombre por los rincones...ha caminao  desde lejos, hasta ha venido aquí mismo, ha tomao  dos aguardientes  y se ha alejao  ya, mismo.
Estaba buscando a alguien, pero no ha dicho su nombre, se que era una mujer por sus señas , se notaba que miraba hacia todo ,pero moviendo la cabeza lado a lado se lamentaba muy bajo.
     Todo terminó muy tarde… al mismo amanecer. Todos dormimos un poco y llegó el atardecer. Era domingo en la tarde y  mi mujer como azucena brillaba con nueva falda, perfume bueno, y contenta caminaba con mi niño que se le escapó de pronto
-  Mirá padre, aquí hay algo-
 Presto caminé delante. Allí, muerta ,ensangrentada yacía con una daga clavada en su corazón , dentro del cual me guardaba. Me encogí de mucho frío, sus ojos todavía abiertos quizás me hubieran buscado, en el último momento. Más adelante, un sujeto, yacía desfigurado...se suicidó como pudo, sin hacer ruidos de aldeanos.
   Mi mujer con la inocencia, que tienen las cosas nuestras, me preguntó:- ¿Quiénes son?
-  Nunca los vi,
- ¿Los conoces?
Le di un beso en la mejilla, abracé fuerte a mi chaval, le contesté por lo bajo.
-  Son cosas del manantial, donde pasan muchas gentes, y otras vienen y se van.

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